Categorías: Opinion

La política del diálogo

Jorge Cordero Frigerio

Cientista Político – Confederación Económica Mapuche

Estudiante de Magíster en Estudios Políticos de la Universidad de los Andes

La idea de convocar a Nansen Center for Peace and Dialogue (organismo noruego) para abordar el conflicto en La Araucanía, permite fomentar la idea de “diálogo” como mecanismo de desconcentración a la situación regional. Esto se traduce en redimensionar la arista de la conflictividad hacia una aprehensión que busque la restitución de confianzas, en un contexto de alta fragmentación social, involucrando a un actor externo que posee una altísima experiencia en la resolución de este tipo de procesos.

Dialogar no debe comprenderse como una idea vacía o infantil, pues en coyunturas donde hay diferencias históricamente estructurales, la ausencia de deliberación conlleva a la percepción de que solo la argumentación propia es la correcta, fomentando la polarización política. Reencontrarse con el otro a través de un diálogo, mantiene dos implicancias, por una parte establecer conversaciones en torno a los temas esenciales que constituyen las diferencias, y por la otra, el fomentar la “escucha” entre los involucrados, lo que se traduce en mayores oportunidades para consolidar un entendimiento real de las visiones que se interrelacionan en la región.

El proceso de diálogo debe considerarse en colaboración de los distintos actores de la Araucanía, incluyendo a fundaciones, organizaciones sociales, académicos, sectores productivos y empresas sociales, principalmente a aquellas que disponen de la capilaridad social y confianza en el territorio como Fundación Aitue y Balloon Latam. Esto a modo de ponderar una aprehensión clara de que el objetivo real es buscar una transformación hacia una alternativa más pacífica, que se sustente también de legitimación social. Se está ante la posibilidad única de converger hacia una política del diálogo real, lo que sin duda puede encauzar el conflicto para consolidar una mejor relación entre las culturas que conviven en nuestra región.

La incapacidad del Estado no debe traducirse en que solo nos queda vivir bajo un conflicto sin posibilidades, las instituciones tienen que observar el proceso, para que logren comprender de una buena vez, todo lo que los Lof (clanes familiares Mapuche) necesitan y lo que los distintos actores de la región tienen que decir. Si bien hoy existe una violencia latente que nos lleva solamente a pensar en la necesidad de seguridad (lo que constituye una arista necesaria y también prioritaria de control), oportunidades como estas, nos debe esclarecer en que todavía quedan alternativas posibles.

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