La influenza aviar altamente patógena (HPAI) se ha convertido en una de las mayores preocupaciones sanitarias del continente. Los recientes brotes detectados en Brasil y Argentina, sumados a la suspensión de importaciones decretada por Chile, han puesto nuevamente en evidencia la fragilidad de la industria avícola frente a este virus.
La enfermedad, causada por distintos subtipos del virus de influenza tipo A, afecta principalmente a aves domésticas y silvestres, y se transmite a través del contacto con animales infectados o superficies contaminadas. En casos de variantes altamente patógenas, como H5N1, los brotes provocan mortalidades masivas, obligando a sacrificios sanitarios y restricciones comerciales inmediatas.
“La influenza aviar no solo compromete la producción avícola, sino que también plantea riesgos de salud pública. Aunque la transmisión a humanos es poco frecuente, el virus ha demostrado capacidad de adaptación y eso obliga a mantener una vigilancia constante”, explica Nancy Ruiz, docente de Medicina Veterinaria de la Universidad Santo Tomás Temuco.
El primer registro de transmisión a personas ocurrió en 1997 en Hong Kong, y desde entonces se han reportado casos esporádicos en distintos continentes. Mutaciones en las proteínas del virus le permiten adaptarse a los receptores respiratorios de mamíferos, lo que explica los contagios documentados en zorros, visones, gatos e incluso bovinos.
En el caso de Chile, el riesgo es doble: sanitario y económico. El país logró recuperar en 2023 su estatus de libre de influenza aviar altamente patógena, tras intensas campañas de erradicación y sacrificio sanitario. Sin embargo, la situación en países vecinos obliga a reforzar los controles.
“Cada brote cercano incrementa la posibilidad de reintroducción del virus a través de aves migratorias o comercio informal. Por eso, Chile debe sostener una política estricta de bioseguridad y vigilancia epidemiológica permanente”, enfatiza Ruiz.
La dimensión comercial tampoco es menor. Con la suspensión de importaciones de carne aviar, huevos y subproductos desde Brasil (mayo 2025) y Argentina (agosto 2025), Chile busca proteger su mercado interno, pero al mismo tiempo debe reacomodar su abastecimiento. “Mantener el estatus sanitario es clave para que Chile siga exportando a mercados exigentes como la Unión Europea y Asia. Cada medida preventiva no solo protege la producción local, también resguarda la estabilidad de la industria”, agrega la académica.
En este escenario, el rol del Servicio Agrícola y Ganadero (SAG) ha sido decisivo. Ante el brote argentino, la institución decretó de inmediato la suspensión temporal de importaciones, reforzó los puntos fronterizos y llamó a la industria a extremar medidas de control.
La influenza aviar, más allá de una amenaza para las aves, representa un desafío global para la seguridad alimentaria y la salud pública. Chile, consciente de esa realidad, apuesta por una estrategia donde la bioseguridad, la cooperación internacional y la vigilancia epidemiológica se convierten en sus principales barreras de protección.
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