Por una “democracia plena”: errores para evitar, ejemplos para seguir

Francisco Huenchumilla Jaramillo
Senador

¿Qué es lo que está pasando con las democracias en el mundo?

La democracia, algo que en Chile la generación Z y las personas aún más jóvenes dan por sentado, la verdad no lo es tanto.

Basta con un mirar un poco más allá de Latinoamérica. Pero también un poco más allá del mundo desarrollado, donde ocurre todo lo importante, y donde se toman las mayores decisiones; al hacerlo, nos daremos cuenta que sólo la mitad de la población mundial vive en países donde la democracia es la forma de ordenar la vida en sociedad, tomar decisiones y dirigir el Estado para que los intereses de la mayoría, así como la dignidad de todos, sean respetados.

¿Y qué pasa con la otra mitad del mundo? Bueno, esa es la que no sale en las noticias.

Por si ello fuera poco, índices globales de democracia que gozan de cierto prestigio, como el elaborado por el EIU de The Economist, nos indican que 2024 no fue un periodo auspicioso: calificaron el año pasado como el de peores resultados para la democracia mundial.

Esto significa que, incluso en países que han sido la cuna de la convivencia democrática, como Estados Unidos o Francia, alguno, o varios de los 5 indicadores que analiza este índice –proceso electoral y pluralismo; funcionamiento del Gobierno; participación política; cultura política, y libertades civiles– muestran signos de flaqueza; convirtiendo a los otrora faros de occidente en democracias “defectuosas”, misma clasificación en la que también ha entrado Chile.

En medio del auge de la ultraderecha en el mundo, así como de movimientos políticos y culturales que buscan confrontar los avances sociales y civiles alcanzados gracias al orden democrático occidental que vino tras la Segunda Guerra Mundial, vale la pena preguntarnos, –sobre todo desde la política– qué variables y factores llevan a los países a transitar, de democracias “plenas” a “democracias defectuosas”, con el fin de abordarlos a tiempo.

No resiste mucho análisis la situación de los países donde no se respeta la separación de los poderes del Estado, donde no existe pluralismo partidista, o donde las instituciones del aparato público están permeadas o cooptadas por el poder económico, la corrupción, el narcotráfico o intereses personales o sectoriales de determinados grupos. Para ellos no hay esperanzas de mejora en el corto plazo.

Sin embargo, en países donde la democracia está en riesgo día a día, y en naciones donde la democracia empieza a debilitarse, hay ciertos malos ejemplos en los que reparar. Partamos por lo más básico y contemos, por ejemplo, la amenaza del fraude electoral: se han erigido como ejemplos Pakistán, o Rusia, donde el presidente Putin obtuvo su quinto mandato en unas elecciones sumamente cuestionadas a nivel internacional, tal como en las anteriores. Una amenaza que en Chile parece lejana, dado el prestigio de nuestro Servicio Electoral.

Muy distinto es el caso de Francia. Empeoró su índice democrático al bajar la puntuación en la categoría “funcionamiento del Gobierno”, entre otras cosas, luego que el llamado a elecciones parlamentarias anticipadas por parte del presidente Macron, impidiera en la práctica alcanzar alguna mayoría legislativa. Ello terminó profundizando las dificultades para gobernar, y por ende, el descontento de la población, y demuestra que no porque un presidente tenga una determinada facultad constitucional, ello será la mejor decisión política a seguir.

Corea del Sur es otro ejemplo de estas malas decisiones: el país pasó de ser una “democracia plena” a la crisis política luego que su presidente –en un exabrupto– declarara la Ley Marcial, prohibiendo el funcionamiento del Parlamento y cualquier actividad política, por atribuir a la oposición vínculos con Corea del Norte. El Parlamento anuló su medida, pero el país se dividió fuertemente. Una situación manejada con poca prudencia, y que pudo tener otra salida.

Luego, en Rumania debió anularse la elección presidencial y convocar a otros comicios debido a una mezcla de posible injerencia externa, por un lado, y al irrespeto de las normas electorales que el propio país se ha dado, en términos de financiamiento de campañas o uso de redes sociales. Esto da cuenta de que aspectos tan disímiles como el uso de la tecnología, los ataques extranjeros o el desapego a la ley, generan desconfianza en escenarios donde distintos adversarios, que buscan llegar a la conducción del Estado, buscan competir en igualdad de condiciones.

Por último, tenemos los casos de Estados Unidos y Chile. Desde 2016, Estados Unidos califica como “democracia defectuosa” en el índice del EIU de The Economist, por razones como la polarización y la hostilidad política –con el fenómeno Trump, en el cual uno de los dos grandes partidos políticos de Estados Unidos, el Republicano, se embarcó sin mayores reparos–; posibles injerencias externas en sus procesos electorales; o controversias instaladas, principalmente por la derecha, respecto de posible fraude electoral, en un país donde el servicio electoral también es serio. Mentir y confrontar no sale gratis, ni es inofensivo.

Finalmente, Chile pasó a ser “democracia defectuosa” según el mismo índice desde 2021, debido a los procesos, protestas y disturbios sociales que aparecieron en 2019 y que produjeron un clima de inestabilidad política; sumado a dos procesos constituyentes fallidos. En nuestro caso, entonces, es consejo clave para preservar nuestra convivencia democrática el generar mejores condiciones de equidad y justicia social.

En contraste, ¿qué es lo que hace bien un país como Noruega, que desde luego es una “democracia plena” y sistemáticamente obtiene los mejores indicadores? Se combinan factores como una gobernanza estable y transparente; la libertad de la prensa, que, además, es verdaderamente diversa; el interés de la población por la participación como ciudadanos; un bajísimo nivel de corrupción, y por sobre todo, el respeto irrestricto por los derechos humanos, donde también se comprenden por supuesto la justicia social y la equidad.

En definitiva, ¿bastará solo con evitar los errores, o podremos avanzar en las virtudes? Los caminos están dados. Chile es un país joven, en proceso de desarrollo, y debe saber escoger.

Editor

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